miércoles, 3 de septiembre de 2014

Y las montañas hablaron

Tras el éxito de Cometas en el cielo y Mil soles espléndidos, Y las montañas hablaron es la tercera novela del escritor afgano Khaled Hosseini, publicada en 2013. A través de un tratamiento tremendamente tierno y sensible el autor nos acerca a personajes que luchan por la supervivencia y la búsqueda de sus raíces en escenarios, épocas y culturas diametralmente opuestos.




Un día de otoño de 1952 Abdulá escucha atento la historia que le cuenta su padre al tiempo que comienzan un largo viaje. Es el hijo mayor de una familia pobre de Shadbagh, tan pobre que sus padres se ven obligados a entregar a su única hija, Pari, a una familia de Kabul. Este hecho genera una gran tensión en el ánimo de Abdulá, quien intenta impedir por todos los medios que eso ocurra ya que no se ve capaz de seguir viviendo sin su hermana.






Este comienzo deriva en un retrato multicultural, donde las vidas se entrelazan en los lugares más lejanos e insospechados, todo salpicado de sensaciones, presentimientos y recuerdos constantes que agitan la vida de los protagonistas. Esto se construye en base a capítulos donde el tema principal son las relaciones personales (hermanos, amantes, amigos,...) y lo fuertes o débiles que se vuelven en función de las circunstancias. Estas relaciones están tratadas desde un punto de vista puramente sentimental, lo que les dota de una fuerza tal que el autor ni siquiera tiene la necesidad de crear grandes antagonistas que ensalcen las virtudes de cada personaje.

Cada uno de estos capítulos está tratado desde el punto de vista de un personaje diferente, y aunque la historia central sea la separación de Pari y Abdulá, todas ellas tienen sentido por sí solas, como si nos encontráramos ante una colección de pequeños relatos que dan forma a un puzzle aún por construir. Todos estos personajes componen un mosaico que trata de explicar las circunstancias de su vida y la evolución de sus caracteres a lo largo de tantos años y de qué manera su experiencia o parte de ella está relacionada con los dos protagonistas.






Tejidos sobre un trasfondo histórico bastante importante, la combinación de estos pequeños relatos dibuja un retrato de la historia más reciente de Afganistán desde los años 50 en el que es fundamental la confrontación entre Oriente y Occidente y cómo esa confrontación cambia a los protagonistas. La parte más cruda de la realidad afgana, las sucesivas guerras, se sitúa en un segundo plano ya que no se describen episodios bélicos en los que los protagonistas se ven envueltos, pero sí se hace especial hincapié en las consecuencias que sufren, tanto los que pasan su vida en Afganistán como los miembros de la comunidad afgana en Estados Unidos o aquéllos que, por unas u otras razones, han elegido vivir en otros países como Francia o Grecia.

Lo que más me gusta de esta novela es lo perfectamente hilado que está todo, no hay cabos sueltos, el último capítulo cierra el círculo de manera impecable dando respuesta a los diversos interrogantes que van apareciendo a lo largo de la historia. Esta es una regla que no siguen muchas de las novelas que emplean como enfoque narrativo la secuenciación de vidas y lugares más o menos coetáneos.

Además el ritmo narrativo, sencillo y ágil, y el tratamiento de cada personaje hace que el lector desarrolle una gran empatía viviendo los sucesos desde un enfoque más humano y restándole protagonismo al contexto histórico y social más inmediato.

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